El término «adicción, dependencia al sexo, o sexo compulsivo», se aplica a un patrón de comportamiento caracterizado por el uso compulsivo de hábitos sexuales, en el que la sexualidad es utilizada como una forma de evadir determinados sentimientos que generan malestar y como una forma de gestionar el estrés. Sin embargo, esta forma de utilización de la sexualidad produce a su vez, en el individuo, un mayor malestar y un dolor emocional más profundo.

De esta manera, la diferencia existente entre tener un deseo sexual alto y la adicción al sexo, es sencilla. Cuando la sexualidad es vivida como una opción, como un aporte al desarrollo integral de la persona y no como búsqueda de validación individual ni alivio de ningún malestar a través del sexo, hablaremos de una sexualidad sana. Por el contrario, si no se experimenta satisfacción y estabilidad a través de la sexualidad sino que se utiliza ésta como una compulsión, como una forma de aliviar un malestar emocional y «funcionar» de una manera normal, estaremos en presencia de una adicción al sexo.

Puede considerarse como un adicto al sexo a aquel para el que la experiencia sexual ha llegado a ser la fuerza principal de su vida y continúa comprometiéndose en actividades sexuales compulsivas a pesar de las consecuencias negativas que puede ocasionarle (salud, familia, amigos, valores, trabajo). El adicto al sexo ha perdido la capacidad de escoger cuándo, dónde y con quién desea tener sexo y sus relaciones sexuales no son fuente de placer sino de desesperación y vergüenza.

La adicción al sexo puede manifestarse mediante una amplia gama de comportamientos: promiscuidad, uso de pornografía, masturbación compulsiva, necesidad de repetición de relaciones sexuales, búsqueda compulsivas de experiencias sexuales nuevas, precisar multitud de parejas diferentes para satisfacer sus necesidades, sexo de alto riesgo, frecuentar servicios de prostitución, exhibicionismo, voyeurismo, afición a los encuentros de una sola noche, sexo telefónico/Internet, fetichismo y otros.

Como en cualquier otro tipo de adicción, el adicto al sexo pasa por una etapa de progresión que va desde la preocupación excesiva por las relaciones sexuales hasta la ritualización de comportamientos que lo conducen a la desesperación y a la comisión de actos ilegales que podrían ser constitutivos de delitos (acoso sexual, agresión sexual e incluso violación). Sus pensamientos son confusos y lo llevan a la pérdida de control.

El adicto al sexo antepone la relación sexual a los demás vínculos importantes en la vida. Su preocupación por el sexo es tal, que todo lo demás es secundario.

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