Hay una creencia sobre la cocaína que vincula su consumo con el prestigio, el éxito social y el poder, que favoreció su expansión entre la clase alta y media de España en los años ochenta.
El consumo de cocaína se promovió recurriendo a dos ideas básicas: afirmar que era una droga inocua y controlable que supuestamente no generaba problemas y señalar que su uso estaba reservado a las elites sociales (ejecutivos, modelos, artistas, entre otros). Se creó así una imagen social positiva de la cocaína que, lamentablemente, aún perdura, a pesar de estar muy alejada de la realidad.
Hoy se sabe, afortunadamente, que la cocaína es una de las drogas más adictivas que existen y su consumo habitual conduce irremediablemente al deterioro individual, familiar, socio-económico, emocional y espiritual de Quiénes mantienen esta práctica.
Anteriormente se pensaba que la cocaína solo producía dependencia psicológica y no dependencia física. Sin embargo, hoy día no es útil la diferenciación entre la dependencia psicológica y la dependencia física. La necesidad psicológica de continuar el uso es una parte de la adicción tanto como la necesidad física de evitar el síndrome de abstinencia. Con la cocaína, la dependencia psicológica es mucho mayor que la dependencia física, sin embargo, la evidencia clínica sugiere que existe un verdadero síndrome de abstinencia que sigue al uso prolongado de cocaína: depresión, aislamiento social, deseo de consumir, dolores musculares, disturbios en el apetito, cambios en los patrones de sueño son muestras de algo más que una mera dependencia psicológica.